UNA ACTIVIDAD MUSICAL GUIADA EN
LA CLASE DE MÚSICA EN EL JARDÍN DE NIÑOS
“NICOLÁS LEÓN CALDERÓN” EN ATAPANEO, MICH.
ANTECEDENTES
En la musicoterapia se habla de curar tanto estados físicos como anímicos a partir de la audición de determinadas obras. Para ello se requeriría, en primer lugar, tener una formación seria en la materia, ya sea psicología o musicoterapia específicamente, y en segundo término, realizar sesiones individuales y continuas para poder apoyar con éxito al paciente.
A
diferencia de ello, en las clases de música se hacen sesiones grupales de
audición musical, en las cuales se procura que las personas que escuchan,
independientemente de su edad, encuentren algún hilo que los conecte con los
sonidos, y el significado que le den será su propia experiencia. El enfoque es
más estético y procura brindar a las personas un tiempo y un espacio de goce
auditivo.
En
las diversas culturas del mundo se ha procurado la música, generalmente con
fines sagrados o enfocada a servir en los rituales. Su sentido terapéutico es
innegable, y el efecto que causa el sonido en las personas generalmente
significa una interiorización, que le conecta con su subconsciente y le ayuda a
generar los recursos que necesita para resolver sus problemáticas, las cuales
se presentan en forma de enfermedades.
En
el mundo actual la gente escucha música todo el tiempo, lo traen en su ipod, en el auto, en la oficina, en los
pasillos de los hospitales y oficinas. Su carácter aliciente ha generado todo
un comercio que gira en torno a adquirir música en todos los formatos, en todos
los géneros, en todos los estilos. La pregunta es ¿la gente la escucha
realmente? Es decir, tener sonidos acompañando todas las actividades diarias,
no significa que se le ponga atención, que el oído se esté desarrollando, que
el cerebro esté comprendiendo las estructuras. No hay un goce estético
precisamente, porque la estética engloba lo sensorial, lo cognitivo y lo
fusiona en una nueva concepción.
Por
ello, es importante que en la educación musical a cualquier nivel se procure la
escucha, pero la escucha activa. Solo escuchar, no estar haciendo nada mientras
las vibraciones sonoras llenan el espacio. Y ello significa que todo el cuerpo
esté dispuesto para esa escucha.
En
la formación musical es muy importante tomar en cuenta el nivel de desarrollo
de las personas, su estado cognitivo y su disposición, para provocar originar
el momento propicio y regalar un momento único. Eso debería ser la escucha, un
regalo que las personas se dan a sí mismas. Regalarse unos minutos al día solo
para escuchar, desde una obra de grandes dimensiones, hasta simplemente los
sonidos del ambiente, la lluvia, al grillo que merodea por la casa, las voces,
los pasos. Desde lo más cercano hasta lo más lejano, y viceversa. Aprender a
escuchar, si le buscamos un fin utilitario, nos sirve para aprender a comunicarnos
mejor.
La actividad que se plantea a continuación es producto de todo un proceso, y no es la intención socavar la pureza de la música al emplear la imaginación orientada. Simplemente, y así se explica a los escuchas, es una interpretación. Lo maravilloso de la música es que cada quien tiene su propia interpretación y así la vive y la disfruta. Y ese es el propósito principal de nuestra clase: que disfruten la música y la hagan parte de su vida cotidiana.
INTROITO
Soy
maestra de música en el Jardín de Niños de un pequeño pueblo a las afueras de
Morelia llamado Atapaneo, Mich. Es una comunidad pequeña que tiene tres
escuelas: preescolar, primaria y secundaria. Las tres se convierten en el
centro de atención cuando tienen actividades y eventos por la relevancia que
tienen para la población que se reúne a compartir los bailables, las
declamaciones, los actos cívicos, las canciones y los desfiles. De alguna forma
las escuelas se organizan para que los eventos sean calendarizados sin afectar
a los demás, o son los mismos padres de familia los que garantizan esta
información ya que suelen tener familiares en al menos dos de las
instituciones. En el jardín de niños hay cinco grupos: dos de segundo y tres de
tercero. Todos los grupos toman la clase de música los días miércoles y viernes
en sesiones de 30 minutos cada una.
DESARROLLO
En
la sesión abierta del ciclo escolar 2011-2012 la clase giró en torno a La
Primavera de Vivaldi. Una vez que las mamás y niños se adaptaron al espacio del
salón, nos sentamos en el piso, en círculo y comencé a platicarles sobre
Vivaldi y la viveza de su carácter. Sobre la alegría que se respira en su
música y sobre el trabajo que él mismo realizó como maestro en un orfanato en
Italia.
Así comienza la tormenta y todos somos bañados por ella, no nos queda más que saltar en los charcos y correr entre la lluvia.
Entre
las nubes se distingue un destello de luz, anunciado por los violines. La
lluvia amaina de a poco y comienzan a surgir los colores del arcoíris. Uno tras
otro los disfrutamos sacudiendo nuestra ropa o plumaje, dependiendo lo que
seamos en ese momento. Y reemprendemos el camino al kínder, llegamos justo con
la cadencia final y nos sentamos -sería más preciso decir desparramamos- en el piso.
Al
final nos tomamos un momento para hacer comentarios, todos son bienvenidos. Las
personas expresan que se han relajado, que han tenido un momento muy contentos
jugando, que hace mucho que no jugaban, que hasta ir a hacer las tortillas se
les olvidó. Muchas risas. Ojos brillantes y relajación.
Eso
deja la música, el escucharla y vivirla plenamente. Se marchan dándome un
abrazo. La siguiente vez que voy al pueblo tengo a seis personas esperándome
con discos compactos en blanco para grabar “la musiquita”. Entonces ya no suena
solamente en mi salón, sino en las casas del pueblo. La señora que vende pollo,
junto a su esposo enfermo, escuchan Vivaldi y se sienten contentos. No puedo
decir que con todos sea un éxito, pero es una palabra nueva en su vocabulario y
es también una nueva atmósfera en sus hogares.
FINALE
En
este caso, el ejercicio auditivo y corporal nos sirvió para romper la tensión,
para dar oportunidad a los adultos de tener un espacio de juego en el que no
hay perdedores. En ese momento no nos exponemos al juicio de nadie. Es algo
distinto a lo que abrimos nuestra capacidad de asombro y lo vivimos. Al final
muchas personas se tiran al piso a descansar, les pido que abracen a sus niños
y ya sea sentados o acostados, se den un momento solo para estar ahí. Sin
apuros ni prisas. En la confianza de que la música une a las personas, no las
separa en minorías elitistas. La música es para todos. Escuchamos un fragmento
del segundo movimiento de la primavera o del concierto para oboe de Marcello.
Este
juego con la música y la imaginación nos ha permitido entrar al espacio
auditivo de las personas, a sus arraigadas tradiciones musicales y culturales.
Es una invasión en sus gustos y afinidades. Vivaldi suena en un pueblo en el
que se escuchan los mejores éxitos con
banda. No estamos juzgando los gustos musicales, como se los digo a los
adultos, mi clase se trata de mostrar a los niños lo que hay en el mundo, cómo
suena ese mundo; todo con la finalidad de que su menú de opciones auditivas sea
rico, para que ellos puedan elegir la música que necesitan para cada momento de
su vida.
En
este tipo de reacciones percibo la influencia que puede llegar a tener la
escuela en la sociedad. La fuerza que tiene es tan grande como la sepamos
orientar. En el caso del ejemplo anterior, puede haber serias críticas en torno
a influir sobre la identidad cultural del pueblo, sobre no respetar sus
tradiciones. Sobre no dar más de lo mismo. Sin embargo considero que la educación
debe ser como lo dije a los papás: mostrar el mundo, abrir el panorama,
conocer, sentir, vivir y escuchar lo que hay en el mundo. La decisión de ir a
probarlo y a vivirlo personalmente será de cada quien. Como menciona Casini
(2006) “La música no está destinada únicamente a aquellos que conocen su
escritura y han estudiado su técnica”.
Y
somos personas libres que tenemos además el derecho de buscar y procurar
aquello que nos satisface y nos hace esforzarnos por lograrlo. El sentido de la
educación la encontraríamos en saber ser felices. Y en ello va la cultura, las
artes y la música. Edgar Willems (1994)
menciona que “No es fácil encontrar el
justo equilibrio entre la vida y la conciencia, entre la libertad y el acto
dirigido. Esto forma parte del empuje evolutivo de la vida que es una maravilla
de organización. Quienes se niegan a ver los ordenamientos creadores no pueden
ni colaborar ni ser inspirados por ellos.”
No
concibo una musicoterapia que no procure que las personas se sientan mejor, y
como no soy psicóloga sino músico en primer lugar y licenciada en educación en
segundo, mi trabajo lo enfoco a crear atmósferas formativas a partir de la
música. No tengo la capacidad de introducirme en la psique de las personas y en
ayudarlas a arreglarla, sería anti-profesional de mi parte abrir heridas y no
saber cómo curarlas. Solo guío emociones a partir de la música, procurando
aquellas que hacen felices a las personas.
Sin
embargo, al compartir la música que les grabo procuro que haya un poco de
diversos géneros. Entonces escuchan tanto a Bach como a Beethoven, a Vivaldi o
a un coro africano, una pirekua junto a una canción de la India. En ocasiones
me piden sobre un solo compositor y entonces veo que están abiertos a conocer y
a profundizar su disfrute.
La
conclusión es que la música puede ser un acompañamiento en la vida cotidiana,
nos ayuda a cambiar los ambientes y a mejorar el entorno o más bien, la forma
en que los percibimos. Sin embargo, el desarrollo de la escucha atenta permite
un disfrute mucho más profundo, significa vivir la música, descubrirnos y
conocernos a partir de esta manifestación.
Casini,
C. (2006), El arte de escuchar la música,
Barcelona: Paidós.
Willems,
Edgar. El valor humano de la educación musical. Paidós Studio. España 1994.
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